España ha sido, tradicionalmente, muy dependiente del exterior en materia energética. En la UE sólo nos superan en esa dependencia exterior Malta, Luxemburgo, Chipre, Irlanda, Lituania, Bélgica, Italia y Portugal. No obstante, factores como la crisis económica, la evolución del modelo productivo español hacia actividades con menor intensidad energética y la mayor participación de las energías renovables en el mix energético han facilitado que la tasa de dependencia exterior haya bajado desde máximos superiores al 80% al entorno del 70%, en 2014.
Nuestra política energética, determinada por nuestra condición de miembros de Naciones Unidades y de la UE, nos compromete en la lucha contra el cambio climático y con la consiguiente reducción de gases de efecto invernadero. Estos compromisos están fuertemente relacionados con la construcción de un verdadero mercado único de la energía en la UE, que permita atender estos compromisos en materia de lucha contra el cambio climático. Para ello es imprescindible avanzar en el desarrollo de infraestructuras de conexiones eléctricas y gasísticas como condición de posibilidad de este mercado único, que también permitirá diversificar las fuentes de suministro y con ello mitigar la influencia de las situaciones de dependencia energética en las relaciones con terceros países. España ha insistido en estas ideas y así quedaron materializadas tanto en las conclusiones del Consejo Europeo de octubre de 2014 como en la Cumbre sobre interconexiones que tuvimos entre Francia, Portugal y la Comisión Europea en marzo de este año en Madrid, y que dio lugar a la Declaración de Madrid de 4 de marzo de 2015 sobre esa cuestión.
Queremos suscitar un amplio debate y consenso sobre la hoja de ruta para la transformación de nuestro modelo energético. Queremos definir, en el marco de las políticas de energía y clima, en los horizontes de 2030 y 2050, una política energética que asegure a los ciudadanos el acceso a la energía a precios asequibles y convierta el sector energético en factor de competitividad y en motor de innovación, desarrollo y generación de empleo, reduciendo nuestra dependencia de los combustibles fósiles, impulsando el autoabastecimiento, fortaleciendo la seguridad de suministro, y luchando eficazmente contra el cambio climático. El objetivo: energía para todos sin superar 1,7 toneladas anuales de CO2 per cápita en 2050. Será un sistema cada vez más descentralizado, con más generación de pequeña escala distribuida, en su mayor parte renovable, y un gran desarrollo de servicios energéticos orientados a gestionar más eficientemente el consumo. La innovación tecnológica, la maduración y el abaratamiento de las energías renovables y, en particular, de la energía fotovoltaica, las telecomunicaciones y la automatización de los hogares nos deben ayudar en esa dirección. Pero, además, los socialistas valoramos la contribución de ese nuevo modelo energético a la democratización económica, es decir, fortalecer el protagonismo de los ciudadanos en la gestión de la energía.
Desde Podemos proponemos un Plan Nacional de Transición Energética, que movilice una inversión público-privada en eficiencia energética y energías verdes del 1,5% anual del PIB durante un período de 20 años. Se trata así de transformar el aparato productivo, el modelo inmobiliario y el sistema de transporte para avanzar hacia una economía baja en carbono y caracterizada por el uso de fuentes de energía renovables. La aplicación de este plan permitiría una disminución del consumo de energía primaria nacional del 30% respecto a una situación en la que no se adoptasen medidas como las que proponemos, a la vez que una gran parte del consumo restante sería cubierto de manera autóctona mediante energías renovables al final de su aplicación, reduciendo así la dependencia energética.
Este Plan irá acompañado de un impulso y desarrollo de “infraestructuras verdes” (redes de transporte colectivo, transporte ferroviario, eficiencia en el uso del agua, reforestación, etc.), de planes de I+D+i específicamente diseñados para el desarrollo de “tecnologías verdes” y, en particular, de desarrollos tecnológicos encaminados a proporcionar nuevas formas de almacenamiento de energía, nuevos vectores energéticos y nuevas capacidades de modulación de la electricidad generada, como el hidrógeno y la solar termoeléctrica, que permitan optimizar el aprovechamiento de las energías renovables en el sistema eléctrico.
Desde Podemos se promoverá la contratación progresiva de energía 100% renovable en todas las dependencias de Administraciones Públicas, a través de una comercializadora eléctrica que ofrezca tal servicio.
La primera y más importante es la de mejorar nuestra planificación energética. No puede ser que tengamos el doble de capacidad instalada respecto a la demanda y, sin embargo, paguemos una de las facturas eléctricas más caras. Ni tiene sentido presentar un proyecto de apoyo al carbón nacional, con más emisiones de CO2 que el gas, como incentivo medioambiental sin tener en cuenta la legislación europea de ayudas públicas. Tampoco se puede tener una política energética eficiente si los organismos reguladores siguen dependiendo del poder político. El “capitalismo de amiguetes” resulta ineficiente y caro para los ciudadanos. Respecto a los problemas más estructurales a corto plazo, la única solución factible pasa por aumentar nuestro volumen de intercambio con Europa, aunque ello no solucione nuestros déficit internos. Otra solución pasa por incentivar el autoconsumo. Los actuales incentivos no son suficientes para operar el cambio tanto a nivel de consumidores como de empresas. Hemos de dar también estabilidad a la inversión en energías renovables y alcanzar un equilibrio razonable en nuestro mix energético. Para ello, también es importante avanzar en el diálogo europeo con países suministradores. Europa sigue sin negociar con una sola voz, del mismo modo que España no ha sido creíble ni coherente en su estrategia exterior. Esto lastra nuestro poder de negociación. La energía es un eje transversal de la acción exterior del Estado que conecta con nuestras estrategias comerciales, de cooperación y de inversión. El bloqueo del Plan Solar Mediterráneo, una iniciativa que España debía co-liderar, fue un considerable error, como también lo es ser miembro fundador de IRENA y desentenderse de la organización. Debemos aspirar a tener una credibilidad fundada en nuestro propio modelo de organización interna y conectarlo con una estrategia exterior que sea previsible y continua, consensuada con los principales actores (empresas, consumidores, técnicos,...).