La política exterior, como política de Estado, requiere el mayor grado posible de consenso porque nos da estabilidad, previsibilidad y credibilidad, algo que es muy difícil de alcanzar y muy fácil de perder. Yo siempre he buscado y buscaré consensos en los asuntos prioritarios para España. Creo que además del consenso político es preciso mejorar el consenso social. Nuestros ciudadanos tienen que verse reflejados en nuestra política exterior que debe proyectar nuestros valores constitucionales y sociales. Para ello es clave incrementar los niveles de transparencia, pedagogía y control parlamentario.
Estos principios han inspirado buena parte de las reformas que hemos realizado en esta legislatura en el ámbito de la política exterior.
Es necesario establecer un diálogo amplio con todas las fuerzas políticas, las Comunidades Autónomas y los colectivos implicados que nos permita trabajar y definir de manera conjunta el modelo de país que queremos y, en este caso, qué política exterior queremos desarrollar, cuáles son nuestras prioridades, qué objetivos y con qué medios. El gobierno del PP ha perdido una oportunidad esta legislatura, en la que se ha aprobado una Ley de Acción y del Servicio Exterior que concitó el raro consenso en su contra de fuerzas políticas, Consejo de Estado y profesionales. Tampoco la Estrategia de Acción Exterior presentada por el gobierno ha logrado el respaldo de ningún grupo parlamentario. Por eso nos proponemos elaborar una nueva a través de un amplio diálogo.
Para Podemos es esencial una reforma del proceso de elaboración e implementación de la política exterior que la haga más democrática, inclusiva y transparente, de manera que se acuerden los objetivos (y los significados de los mismos) a través de la participación de un amplio conjunto de actores implicados (gobierno, parlamento, gobiernos autonómicos y locales, sociedad civil, etc.) y que permitan alcanzar consensos más claros sobre el significado y contenido de los objetivos de la política exterior, sobre las prioridades de forma que permanezcan en el tiempo más allá de vaivenes políticos.
La política exterior debe entenderse como un deporte de equipo y no como un partido de tenis, en el que uno juega contra otro. El mejor lugar para construir el consenso necesario es el Parlamento. Pero bajo el reglamento actual y con la escasez de medios existente, nuestro Congreso no puede ejercer como una cámara deliberativa. Al mismo tiempo, apostamos porque la política exterior tenga una mayor presencia en nuestra sociedad. Tenemos que dotar de transparencia a todas nuestras acciones y ponerlas en común con la ciudadanía. No se pueden tomar decisiones sin haber tenido un nivel adecuado de debate público. Los medios de comunicación, los think tanks y las universidades deben ser partícipes de este cambio cultural hacia una mayor apertura a lo internacional. Solo así nuestras instituciones estarán conectadas con los cambios globales y afrontaremos mejor nuestros retos futuros.