España es un país de principios y plenamente respetuoso del Derecho Internacional. Defendemos la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania y, por ello, hemos condenado la anexión ilegal de Crimea y denunciado la desestabilización en Ucrania oriental. Es clave que la UE mantenga su unidad, que es un valor en sí mismo. A finales de octubre la situación es mucho mejor que hace unos meses, aunque hay que seguir esforzándose por avanzar en la solución política.
En todo caso, Rusia es un gran país, un vecino muy importante de la UE y un actor global de primer orden con el que hay que contar para afrontar numerosos retos. Es preciso recuperar la visión estratégica, a largo plazo, en nuestras relaciones. Para ello debemos, entre otras cosas: (a) mantener la interlocución al más alto nivel con las autoridades rusas; (b) sin renunciar a nuestros principios, ser sensibles a sus planteamientos; y (c) crear una agenda positiva que incluya aspectos comerciales y el reforzamiento de los contactos entre ciudadanos y con la sociedad civil.
Desde que surgió el conflicto, hemos abogado por mantener los cauces de interlocución abiertos con Rusia. Porque la solución ha de ser política y llegar a partir del diálogo. Sin embargo, se debe respetar el Derecho Internacional y la integridad territorial de Ucrania. Necesitamos sustituir la lógica de la confrontación por la de la cooperación. Rusia es un interlocutor necesario en la resolución de numerosos asuntos clave internacionales, como Siria, Irán, el proceso de paz en Oriente Próximo y la lucha contra el terrorismo, y también sobre cuestiones sectoriales como la energía. Estamos obligados a entendernos.
La UE y Rusia atraviesan una crisis sin precedentes desde el final de la Guerra Fría. Las causas de este enfrentamiento no son accidentales sino estructurales, así como producto del enfoque competitivo y no cooperativo de acción exterior de la UE y Rusia. La cooperación entre Rusia, la UE y EEUU en otros frentes abiertos –como la lucha contra el terrorismo y la piratería, la situación en Afganistán y la participación en el acuerdo con Irán– hacen pensar que estamos lejos de una nueva Guerra Fría, pero el impacto de la situación en Ucrania tiene consecuencias en Siria, Yemen, Sudán y otros muchos países donde Rusia, la UE y EEUU tienen divergencias fundamentales que sólo se han visto agravadas desde que estalló la crisis.
Lo que Podemos propone para revertir esta lógica es, por un lado, desactivar la escalada de tensión en Ucrania sobre la base del alto el fuego de Minsk-II, aceptado por las partes en febrero de 2015. Creemos que para que esta solución sea sostenible en el tiempo debemos reintegrar a Rusia en los foros de los que ha sido expulsada desde 2013 (G-8 y el Consejo OTAN-Rusia) y poner fin al régimen de sanciones económicas. A cambio, Moscú debe comprometerse a respetar el alto el fuego en el este de Ucrania, detener sus provocaciones en Europa del Este y anular las restricciones comerciales para la UE que ha adoptado en paralelo. Se debería crear un foro permanente de diálogo integrado, en igualdad de condiciones, por los Estados miembros de la UE, Rusia y los demás países de la región, como Ucrania.
Un objetivo de seguridad, estabilidad y prosperidad con Rusia exige tener en cuenta que el régimen político ruso es muy diferente al europeo y su forma de ver las relaciones internacionales también. De ahí que una vez perdidos los incentivos de cooperar entre iguales, la UE deba jugar otras bazas. La UE tiene poca capacidad para influir en el régimen ruso en asuntos domésticos, pero puede condicionar la acción exterior de Rusia a través de su interdependencia económica y securitaria. Europa también puede convertirse en un aliado preferente de Rusia en cuestiones de modernización de sus infraestructuras, mejora de la competitividad y desarrollo tecnológico. En el corto plazo, Rusia debe entender que la postura europea en torno a Ucrania y la anexión de Crimea no variará, pero si se cumplen los compromisos de Minsk hay oportunidades para relanzar la relación. El grupo Alliance of Liberals and Democrats for Europe (ALDE) presentó en el Parlamento Europeo una ambiciosa propuesta de una conferencia de seguridad que abordara una nueva arquitectura europea como la realizada durante la Guerra Fría, una especie de Helskinki II que pusiera las bases de una colaboración más estrecha y fijara los límites institucionales. No es bueno para Europa que Rusia actúa por libre en Siria. Creo que debemos avanzar hacia escenarios de cooperación conjunta con Rusia a largo plazo siempre que haya un cambio significativo de la situación actual en su área de influencia. Otro paso en esa dirección sería abrir un diálogo a nivel comercial que eliminara desconfianzas políticas entre la UE y la Unión Euroasiática.