En general, creo que existe consenso sobre las líneas generales de política exterior: la política europea, la política de seguridad y defensa, la importancia de la región mediterránea, de América Latina y el papel central del sistema de Naciones Unidas. Siempre hay alguna discrepancia, pero al menos los dos principales partidos del país estamos de acuerdo en los principios básicos de la política exterior. Creo que un buen ejemplo de consenso entre los dos principales partidos fue la firma del pacto contra el terrorismo yihadista el pasado mes de mayo.
Nuestra voluntad es que la acción exterior sea una Política de Estado, siendo conscientes de que la Política Exterior también es política. Lo importante para nosotros es alcanzar un consenso sobre cuáles son los intereses de España y el modelo de sociedad que queremos defender y proyectar. Durante esta legislatura, los socialistas hemos tendido la mano al gobierno en los principales asuntos que tienen que ver con la política exterior y la seguridad y defensa. En algunos asuntos hemos logrado ese consenso necesario y en otros no. Tengo que añadir que más por la falta de voluntad del gobierno, que porque existan diferencias de fondo. Aunque, a veces, estas han existido y han sido profundas, como en la guerra de Irak.
A lo largo de los últimos 30 años ha habido ciertos consensos tanto en las áreas geográficas prioritarias para la política española (Europa, América Latina y el Mediterráneo) como en el multilateralismo, la inserción plena en la UE y en las arquitecturas de paz y seguridad de la OTAN y Naciones Unidas, así como en algunos de los objetivos prioritarios (paz, seguridad, derechos humanos, promoción de la democracia y el desarrollo). Los disensos se han venido dado, más bien, en cuáles se priorizaban o se ponían más recursos (como se refleja en los vaivenes en la política de cooperación, cuyos fondos y destinos varían drásticamente de legislatura en legislatura, por ejemplo).
Sin embargo, más allá de los discursos y consensos aparentes, en muchas ocasiones, el problema ha estado en que las prioridades políticas y los recursos humanos y económicos se han dirigido más a la defensa de ciertos intereses económicos y geopolíticos españoles que a una consecución efectiva de los objetivos declarados. Además, existe mucho menor consenso sobre el significado y contenido de esos objetivos, así como sobre los medios y recursos necesarios para alcanzarlos.
Todos ellos deberían formar parte de un amplio debate y de un dialogo que permita la creación de un nuevo consenso más amplio, profundo, democrático y, sobre todo, sostenible respecto a cuales son las “señas de identidad” de la política exterior española.
Estamos plenamente convencidos de que la política exterior es una Política de Estado y, por ello, nosotros no podemos tomar decisiones que no tengan en cuenta la herencia política ni el consenso con el resto de fuerzas en aquellos temas estratégicos o que vertebran nuestra acción.