Es evidente que en España –como en todos los países– tenemos una serie de condicionantes históricos, geográficos, demográficos, económicos y políticos. A mí, más que determinar nuestro peso en un momento dado, lo que me preocupa es nuestro nivel de ambición. Como he señalado, lo esencial es un país fuerte y estable. A partir de ahí nuestro trabajo, nuestra inteligencia, nuestro dinamismo y nuestra determinación nos permitirán proyectarnos hacia fuera, ser mejores, influir más. A veces se ha dicho con un cierto tono de fatalismo/resignación que no podemos “pelear por encima de nuestro peso”. Yo creo que, con cautela, siempre debemos aspirar a más y esforzarnos para conseguirlo. Reducir nuestro nivel de ambición no parece razonable. Y recordemos una cosa: más peso implica más responsabilidad.
Actualmente, hasta diciembre de 2016, España es miembro del Consejo de Seguridad tras una campaña que nos exigió un gran esfuerzo. Ello es una muestra que nuestro buen hacer es reconocido por la Comunidad Internacional. Nuestra pertenencia al Consejo de Seguridad nos da una gran proyección internacional que supone al mismo tiempo una responsabilidad y una oportunidad para influir las decisiones. Yo otorgo gran importancia al sistema de Naciones Unidas y al hecho de estar en el Consejo de Seguridad, por ello, he querido presidir una sesión del mismo dedicada a Mujer, Paz y Seguridad.
España no está jugando en este momento el papel que debiera, ni está asumiendo la parte de responsabilidad internacional que nuestros ciudadanos y nuestros socios y amigos esperan. España debe volver a ocupar el espacio internacional que le corresponde por su población, economía, cultura e historia. Debemos estar presentes en todos los foros en los que se decidan aspectos que afecten a nuestro país y a nuestros ciudadanos. Y debemos hacerlo de manera proactiva, con ideas, propuestas y trabajando conjuntamente con el resto de miembros de la Comunidad Internacional. Nuestro país debe recuperar unos rasgos de identidad propios en el mundo de los que carecemos actualmente:
España es una potencia de grado medio capaz de ejercer una cierta influencia regional. Nuestra posición geoestratégica, de frontera, define nuestro entorno natural, Europa, y al mismo tiempo una zona clave de influencia, el Mediterráneo y el mundo árabe. Nuestra historia nos brinda también una presencia y una relación especial con Iberoamérica. En estas áreas de influencia contamos con una ventaja comparativa y por ello han sido tradicionalmente nuestras prioridades en política exterior.
Sin embargo, en los últimos 30 años, la integración europea ha consumido la mayor parte de nuestros esfuerzos internacionales, una situación lógica ya que había que superar el aislamiento de la dictadura franquista. Europa era nuestra asignatura pendiente.
Para convertirse en un “referente internacional” y ampliar su capacidad de iniciativa, creemos que España debe marcar un perfil propio dentro del marco europeo, asumiendo y desarrollando una política exterior coherente con sus principios inspiradores, de defensa de los derechos humanos y del bien común por encima de intereses partidistas o nacionales. Eso hacen las “3 des” que regirán el conjunto de nuestra acción exterior, tanto en la teoría como en la práctica: colocarnos en una posición de referencia, y otorgarnos un margen de acción transversal y reconocido como actor comprometido con los derechos humanos y la equidad de género, la democracia y el desarrollo sostenible en el conjunto de la escena internacional.
Nuestra presencia internacional es reactiva, poco estratégica y cortoplacista, acorde al nivel de inversión política realizada. Tradicionalmente, se ha valorado más tener cierta visibilidad política que generar un impacto real o defender los intereses de nuestros ciudadanos. En C’s buscamos proyectos de largo plazo y con ambiciones políticas ligadas a la ciudadanía. Hay muchos ejemplos de esta orientación seguida por los últimos gobiernos del PP y del PSOE (“Unión por el Mediterráneo”, “Alianza de Civilizaciones”,...) que no han apoyado la oportunidad en una estrategia coherente y liderada a nivel político. España tiene potencial y capacidad para incidir mucho más internacionalmente si aprovecha mejor su capital humano e invierte en reformar su organización económica, social y política. Una buena forma de proyectarse fuera es ser ejemplar en ámbitos como la competitividad de nuestras empresas, pymes y emprendedores, la I+D+i, la innovación social y la producción cultural. Necesitamos un internacionalismo más maduro y un europeísmo más comprometido en nuestros cuadros políticos, nuestras administraciones y nuestra sociedad civil. Por ello, hay que apoyar la atracción de talento y la inversión en capital humano de profesionales que colaboren con la estrategia exterior. Algunas de nuestras medidas van en esa línea: creación de consulados científicos, reforma del estatuto de cooperante, transparencia en el nombramiento de embajadores y reforma del reglamento del Congreso de los Diputados.